La cazadora

Carajo. ¿Me estaré transformando en una versión masculina de mi misma? ¿Bartolo?
Hace rato que el Marcelo, que aparte de ser mi mejor amigo, es psicólogo (que su dios lo ampare y la universidad se haga cargo) aprovecha cualquier tema en nuestras conversaciones para, con toda ligereza, catalogarme como una mujer castradora. Así, tal cual.
La única vez que tuve los cojones ( ja!) para preguntarle a que mierda se estaba refiriendo, me respondió que era porque no daba espacios, que cortaba el queque desde un comienzo, que desde el primer contacto era un si o un no definitivo, frente a lo cual el otro no tenía nada que hacer. Así que dejo sin espacio de maniobra a los galanes, eh?
Nah, Marcelo está picota.
No, mentira. Lo que pasa es que soy una mujer, pero una muy poco paciente. Entonces no me hace sentido esperar cosas de otro, si sé que puedo ser yo la que tome iniciativas en cualquier dirección. La espera me mata. La incertidumbre también.
¿Tendrá algo que ver el que lleve el pelo corto? ¿O que desde hace un rato mi libro de cabecera sea “El padrino”?
O el que tenga en general una forma tan poco amable de no hacerme la tonta. En mi defensa (?), no es sólo con los hombres. La soberbia intelectual es un hábito difícil de superar. Y no, no he dicho que sea un mal hábito.
Puede tener relación con que encuentro (al menos por ahora) que su rol, el de ellos, es más divertido. Más estimulante. Como los piropos. Que sabroso que te piropeen.
“Si Ud. fuera más rica, sería ilegal”me largó un personaje a la pasada del mercado. Lo hallo muy chileno también. “¿Qué pasa negra? ¿Qué cuenta, mujer hermosa?” me inquieta con simpleza el Yako cada vez que me ve. Le insisto que no lo haga por que se me paran todos los pelos cuando me tratan así. Me lo voy a terminar “perjudicándomelo”, como dice Redolés.
Encuentro rico ese trato. Y por lo mismo me encanta, a mi también, piropear.
Claro que mis aproximaciones no han tenido buena acogida. No está, parece, dentro de mi rol de “presa” el hacerle homenajes verbales a los “cazadores”. Tal vez no entienden que el piropear, o coquetearle a alguien no es, necesariamente, tirarle los calzones. Puede ser una ofrenda, a cambio de la cual no se espera nada. Un poquito épico, cierto?
Como un trabajador de la “contru” no espera que, después de escucharlo, alguna lindura se devuelva a invitarlo a una parrillada bailable por la noche. Le dicen cosas porque la encuentran bonita. Versean con el goce estético que les provoca tu vista. (Si ya se que le pongo mucho, pero es que en verdad lo encuentro bonito)
Claro está que en algunos casos, sólo forma parte de rituales masculinos relacionados con reafirmar la propia osadía frente al resto de la manada, y con considerarse con total derecho a molestar a cualquier mujer sólo por serlo. Pero de eso ya no me puedo hacer cargo.
Recogiendo lo épico es que le he declamado a alguno, lo feliz que me siento al verlo así tan saludable por la vida. Sin intención de incomodarlos, lo juro. Con trágicos resultados.
¿Por qué una chica no puede ser galante también con alguien que te provoca…cosas? Si yo sé que a veces soy un poquito ridícula. Asumo el riesgo a fin de ser una mujer menos frustrada.
Bueno, que lata por ellos. Supongo.
Deben pensar (lo hacen) que soy fácil, que soy lacha, que soy lesbiana, que soy cuática, que estoy loca, que soy prepotente, que soy violenta.
Será poh, será de repente que tienen razón.
Siendo así, ¿no habrá por ahí alguno que guste de mi tipo? (Ud. Señor no agarre papa, que estoy bromeando, eh?)
No se, es que a veces no tengo mucha claridad con respecto a las opciones con las que debería contar. Termino siendo, en las acciones, toda tripas. No me tinca privarme del poder que tenemos, de agotar la potencialidad de las situaciones. Hago lo que quiero. Y aunque eso no siempre me haga feliz, en temporada de caza...prefiero ser cazadora.